Texto escrito por Julio Jara para la exposición Ensayos sobre lo cutre. Lecturas del Archivo Miguel Benlloch. Publicado en el catálogo.
Busco, y rebusco el texto; el texto que inconscientemente viene de vuelta, desordenado, como basura, a mi cabeza. Lo que fue escrito, ordenado, ahora se me aparece como velo, gasa, lienzo, altar de nubes. Se trata de un texto escrito hace años que me vino a la memoria sin llamarlo. Tenía plena confianza de tenerlo guardado en el ordenador. Pero no fue así. Inseguro, predestinado de mi pérdida, me lanzo en su búsqueda. Bajo la estrella del recuerdo abro ventanas, carpetas, documentos… pero al no dar con tu encuentro, mi empresa fallida revolotea y dibuja de nuevo en el aire el ay del fracaso, que es conciencia de soledad. No apareces, tú, mi texto. Había puesto todo mi seguro yo en juego, horas de empeño en desplegar todas mis perspectivas bajo una misma y obstinada mirada: el texto; era un abanico de esperanza, no del todo gastada, que acaricia sueños posados en ti, y no levantan el vuelo, pero aún queda lumbre en esta chasca vacía. Ibas a ser la herramienta, texto, tú, el que daría vida al Texto. Llave, pronombre ahora ausente. Ausente llave que abre ese sagrario en donde guarda todo de todos. Y cuando digo todo, ahí va Todo. Y ahí van, todos los textos escritos como no escritos; incluso aquellos que no tienen ni la menor intención de ser escritos, o los que aún no han sido dados como terminados (me refiero a nuestro acabamiento, a la muerte). Recogidos inversamente por el sueño, ese puente de contradicción, porque es de incierta su estancia, nos dejamos sorprender en la desobediencia al conocimiento venido desde la razón y damos prioridad a la noche, y a sus hogueras, en detrimento de las luces, y se nos hace totalmente claro que las consecuencias son antes que las causas, la obra antes que lo planeado, la vida después de la muerte. Entonces, ¿la basura no necesita ser ordenada para ser obra? ¿Cuál es el orden de la obra? ¿A mayor cantidad de correcciones nos alejamos cada vez más de la obra? ¿O es que hay un orden primigenio oculto en su mismo desorden? ¿Será el secreto el Orden, orden callado, las cenizas? En pregunta nos quedamos para que se desborde el texto en admiración por su pérdida.
De encuentros somos llamados, entre cielo y tierra, entre sagrado y profano, entre mundo y museo (y cuando digo mundo me refiero, no sólo a lo público, sino más allá, a su intimidad, donde nos aguarda lo sagrado) a un conocimiento devuelto semblante, no cáscara, mero significante, sino rostro iluminado, desmedido de significado, resurrección ¿Dónde se ha ido el recuerdo? Se perdió. Mejor así, porque si no hay recuerdo habrá memoria. Recuerdo, nos advierte el filósofo, es lo idealizado. En cambio la memoria es la vida, presente celebrado que no necesita de argumento para ser cante. Traer a la memoria es renovar el instante, un acto de contemporaneidad que se manifiesta en el choque entre la realidad y su idealización, el recuerdo; entre el instante y lo idealizado ocurre la repetición. El texto perdido se repite. El texto vivo, Miguel vivo, Miguel presente, ahora, ya, en este mismo instante.
En el ay se repite la vida, se vuelca eterna. Es el ay, en su quejío, la guía, aquella que nos encamina a la realidad emancipada de la muerte. Y en este encuentro resucitan, en cada una de las celebraciones que me han sido encomendadas de la Semana Santa de Loja, la vida, lo sagrado, y todo por la presencia de sus incensarios y saetas. Instante recobrado sin poseer el infinito verdadero porque nos hace felices, categoría de verdad porque es humilde, como ellos, analfabeta. Felicidad: sentimiento recobrado en la infinitud de la verdad de lo analfabeto. Toda una fiesta. Y en su labor de ornamentación del ay, con el propósito de acoger al dolor, endulzan la ruina con aguardiente y pasteles, en las noches con diálogo con la muerte, que una vez más, esta Santa Negra, permite la vida. Trabajo del artista: ornamentar, repetir, que no hay sentido de la vida sin sentido de la muerte. Hay que buscar la memoria para que el ay nos abra la puerta y volcarnos en la intimidad del mundo pasando, inevitablemente, por el recuerdo; por ese vía crucis, iluminados por la paradoja, con el ay encima. Y Miguel va en ese ay de alegría.
– ¡Hola, Miguel! Quiero hacerte una entrevista. Sí, una entrevista, has oído bien.
– ¿Entrevista a la ausencia, me dices? Bueno, una ausencia presentida en este mismo plató.
– Sí, aquí mismo, tú y yo, estaremos juntos para todo un público que tiene muchas ansias de volver a verte actuar.
– Que cómo será, pues verás… salgo yo primero a un espacio donde no aparece nada, está vacío, sin límites, no hay obra ¿cómo tú, ahora? Bueno, como está la obra antes de materializarse, que me atrevería a decir que es más obra, los prólogos no pesan, porque sólo son luz iluminando el futuro de un espacio presencial. Farola de entusiasmo que anuncia la venida de algo que aún está por hacer y, Miguel, de eso sabes mucho. Te contaré eso de: que estando en el último tramo en lo más alto dispuesto a bajar y ya estoy sin aún haber llegado más que descansado sin descansar soy el descanso más que saciado sin beber soy fuente alivio ¿dónde estaré que estoy ya sin haber llegado?
– Claro que sí, eso es parte de un trabajo mío, sí… qué memoria tienes, Miguel. Porque hace ya tiempo… claro, que decía yo: muero en semilla, y el audio se prestaba a la confusión de: muero en Sevilla, y henos ahí los dos, como ahora, vestidos de risas en este plató que yo dibujo con una tiza sobre el suelo en forma de circunferencia, y digo: ¡esto es un plató! Y empieza eso de: Ya no puedo sentirla a mi lado / Ni su cuerpo ya no podré tocar/ Ella ya no está / Ella ya no está / Siempre que me acuerdo yo de ella / Mis ojos empiezan a inundar / De lágrimas De Amor / De lágrimas de Amor /
– Risas y conciencia, porque en ti hilvanan perfectamente lo profano y lo sagrado, dos hilos para un traje, el que usamos a menudo para nuestros trabajos. Porque querida, lo tuyo es pura confianza en todo lo que acoges y dejas hacer a tu alrededor. Teatro de la confianza, lo que nuestro Pasolini hablaba en Orgía, el teatro de la Palabra, lo digo aquí, porque tú eres de Palabra, Miguel, y en palabras nos haces en ellas vestirnos.
– Sobre cartón mostraremos el guión de la obra, que al suelo irá. Exacto, Miguel, cubriremos el círculo, ay, el círculo que encarna tu presencia para luego izarte.
– Hay una escena en la película Novecento en la cual se llama a la huelga y un campesino repite esa llamada mientras saca su polla y mea. En esa brecha de lo político estamos, en lo más mundano, y en ese gesto tan cotidiano nos apoyamos; opción que nos aleja, lógicamente, de la ideología y sus ortodoxias. No están en los libros, se van, entre hojas no quedan, las palabras ¿Haces memoria? Delante de tu estantería, ¡sí! ¡qué noche de conversación la que ahora se repite! Dices, que muchos de ellos los leemos a la mitad, ahí están como dormidos, porque la vida nos llama a la acción, al amor, al encuentro. La palabra es vida, por eso nuestro trabajo es hacer del hablar una acción en sí misma. Hay algo en la calle que nos llama, y nos llama con nuestro propio nombre, Miguel, Julio ¡Vámonos! Y a esa gente, a la que vamos, sin fronteras que valgan, nos habita y las sentimos como nuestro propio hogar.
– Allí vamos, a la calle, pero más aún, a la intimidad del mundo. Lo abrazaremos como tú nos enseñaste. Iremos, saltando las lindes del mismo plató, porque el artista está ahí para saltarse esas líneas rojas, saltar los círculos comunes, habitar los márgenes, y con nosotros muchos más, toda una familia.
– ¿En el afuera del museo? no, Miguel, prolongar el museo a la vida, y desde allí llamarla para recuperarla; pero sin tocarla ¿No, Miguel? La realidad es la que manda, y es nuestro trabajo recuperar, no ordenar, la confianza de que seremos donados injustificadamente de las herramientas, las del sagrario, para compartir la fiesta del fracaso en la mezcla, con los que, para el común, tristemente, son los rechazados, incluso odiados, los ignorantes, los que no cuentan, lo cutre, sin interés alguno, denostadas siluetas, que sin perfil nos harán libres alimentados de su misma pobreza. Cuando el arte pierde, cuando pierde gravedad, se posa y se encarna, y es de palabra, palabra viva, y es cuando cantamos AY:
SUEÑO CONTIGO